domingo, 20 de enero de 2008

Ixtlán de Juárez

Ixtlán de Juárez

La mística evaporación

que por entre las callejuelas empinadas

acompaña a las mujeres del rebozo

en su caminata,

me ha llenado la mirada

con un ir sin vuelta,

sin llegada.

He estado, antes,

aún antes

que el pájaro de los cien vuelos

llegara a vivir en mi casa,

mucho antes

de prender la fogata en el cerro;

visitándote,

habitándote pueblo del camino.

He estado sobre las gradas verdes,

junto al bolero,

escribiéndote.

Una torre cuadrada, extraña,

se levanta, emerge;

detrás el templo de los tejados rojos

que guarda a la mujer de los tiempos.

La expectación del morral,

el árbol petrificado,

la escurrida tinta triste

con que hablo.

Nadie pasa por sobre mi

asombrada vista.

Me voy quedando tan vacío

como el campanario,

hueco como la campana,

sonoro.

De los hombres que te buscan

no se sabe mucho,

los desconozco.

¿Siempre hay águilas?

Tres, dos, un águila volando

sobre el templo y

se

va.

He de escribir, perpetuo,

sobre el andar,

he de estar, por siempre

en la partida,

yéndome.

No espero,

busco,

ca

mi

no.

La existencia de la conducta de acción

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