domingo, 20 de enero de 2008

El Inquilino

De las sombras del cerro

que se yerguen por detrás de la

transparente imagen del viento,

se desprende la figura danzante

del hombre con corazón de penacho,

de sus pies -como de la voz-

las plumas del cuervo aliado

cantan un viejo poema

a la señora de los indios,

albor del sendero del brujo,

vientre moreno,

vientre eterno del fuego,

vientre de la mano que presagia el humo del pueblo,

flor del oído,

vientre tiempo,

vientre cosecha,

vientre presencia,

flor viajera del camino descalzo,

vientre de la milpa encarcelada,

vientre maíz,

vientre mazorca,

flor vacía.

Me quedo ahora

con la soledad guardada en la esclavitud del pecho,

con la fiera de la garganta me quedo,

te ofrezco los granos (las semillas) de mis ojos de adobe

y el corral de mis pestañas.

Yo, por mi parte

le agradezco a estos pies

que no suelen quejarse de los desgarros del camino,

a mi arácnida espalda;

gracias a mis brazos y a la línea de mi frente,

a la suciedad verde de mi nuca.

Me voy, ya sin ropas,

a vivir junto a la danza

del siempre vacío.

Se necesita una lana pa que se vayan

Inicio (El pedo de Oaxaca)

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