De las sombras del cerro
que se yerguen por detrás de la
transparente imagen del viento,
se desprende la figura danzante
del hombre con corazón de penacho,
de sus pies -como de la voz-
las plumas del cuervo aliado
cantan un viejo poema
a la señora de los indios,
albor del sendero del brujo,
vientre moreno,
vientre eterno del fuego,
vientre de la mano que presagia el humo del pueblo,
flor del oído,
vientre tiempo,
vientre cosecha,
vientre presencia,
flor viajera del camino descalzo,
vientre de la milpa encarcelada,
vientre maíz,
vientre mazorca,
flor vacía.
Me quedo ahora
con la soledad guardada en la esclavitud del pecho,
con la fiera de la garganta me quedo,
te ofrezco los granos (las semillas) de mis ojos de adobe
y el corral de mis pestañas.
Yo, por mi parte
le agradezco a estos pies
que no suelen quejarse de los desgarros del camino,
a mi arácnida espalda;
gracias a mis brazos y a la línea de mi frente,
a la suciedad verde de mi nuca.
Me voy, ya sin ropas,
a vivir junto a la danza
del siempre vacío.
Se necesita una lana pa que se vayan
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