domingo, 20 de enero de 2008

De la que se salvaron cabrones






La falta de luz comenzaba a gotearse en los alrededores, un pequeño cansancio recién parido. En la cabeza sólo un recuerdo del pensamiento; cuneiformes personas de un lado, de otro; algo afuera sin duda había cambiado… algo adentro seguía callado.





De la que se salvaron cabrones, eh, la gente del pueblo ya se los quería linchar. Son cerrados, la gente acá es cerrada, ahorita van a ver cuando lleguemos. Y ya díganos pues ¿pa qué querían la vela?, la neta, sino ahorita llegamos y les ponemos la máquina de mentiras… ¿de qué te ríes?, ¿no me crees?, yo nunca bromeo





La voz acompañada de un rostro, siempre acompañada cayéndose de una boca que le cuelga a los hombres.



Oye negro ¿cómo ves a estos cabrones?, ¿aguantan que les metamos una chinga?



Ni madres, están bien débiles los cabrones, a este pinche güero nomás le puse las esposas y ya estaba temblando el cabrón. A la primera se nos van. Porque hay cabrones que si aguantan, eh, hace poco agarramos a un cabrón y aguanto un chingo, mis respetos. ¿Tú si aguantas güero o no?, tas bien débil cabrón. A ése que agarramos lo llevamos a un lugar donde hay una pila y órale cabrón, le metes la pinche cabeza al agua hasta que pataleé, lo dejas descansar y otra vez, o le pones una bolsa en la cabeza hasta que se empiece a ahogar. Ese cabrón aguantó un chingo, ¿Te acuerdas?, un rato y luego se desmayó el cabrón. Ya mejor lo llevamos a encerrar, calientito.





Qué rostros son estos, qué voz, qué boca embrocada en la cara, mal puesta, llena de dientes y no-dientes y llena de una voz que no cabe y comienza a salirse… detrás el rostro acompañando, indiferente.











Tengo una deuda con esta ciudad





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