domingo, 20 de enero de 2008

antes de llegar



Ya desde el mismo camino, antes de llegar, se podía ver la sierra que cubre a los durmientes petrificados. Se alzaban a los lados y parecían quedarse viendo. De pronto alguno de ellos tomaba forma de gigante, se le entre dibujaba la cara, frente amplia; era como si los de antes siguieran dormidos. En la cara y los hombros les crecían pequeños arbustos enmarañados, o la voz se les hacía nopal o la mirada espinas. Ya desde el mismo camino, justo al llegar, el tiempo se medía con el aire o con la distancia o con el aroma. Había sólo un pequeño pensamiento dentro de nosotros, pensábamos en los demás, en los amigos que habían viajado también; sentíamos que el camino nos había favorecido, que esta vez nos escogía para visitar esa ciudad y quedarnos en ella, aprender.



Tomamos un camión a tres cuadras de la central para ir a Tlacolula en busca de chocolate.





Dime la neta


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